Con la salida matutina de hoy, completo las dos primeras semanas de un total de cuatro, o quizás seis, que marcan el inicio de la temporada y deberían de prepararme para aumentar progresivamente la carga de entrenamiento.
Hora y media de rodaje a ritmos tranquilos, bajo todo tipo de condiciones lluviosas. Es decir, desde la llovizna hasta el aguacero, pasando por el chubasco. Llovía.
Sin embargo, pedalear por el Ribeiro es un placer. Si además se utiliza una bicicleta vintage, el paseo adquiere un carácter especial. Las primeras sensaciones fueron malas, pero a medida que caían los kilómetros me sentía cada vez mejor.
Dos semanas en las que he realizado 16 de las 18 sesiones programadas. Me he saltado dos de natación y las dos durante esta semana. He comprobado que después del parón de tres semanas mi forma ha caído algo más de lo previsto. Así, voy un poco más lento corriendo, bastante más lento en la bicicleta y casi igual de lento que siempre nadando.
Lo que no veo nada claro es de donde voy a sacar el tiempo para entrenar lo que necesito para saltar de distancia. Encajar todos los entrenos ha supuesto un esfuerzo importante y, no sé si se ha notado, ni tengo tiempo para escribir en este humilde blog, ni apenas para leer los blogs de otros.
Pero al mal tiempo, buena cara. Hoy no me he cruzado con ningún ciclista y los conductores que me miraban desde sus coches lo hacían con cara rara. Supongo que muchos creen que para subir el Tourmalet basta con hacerse una transfusión.
Sabré ser paciente y constante. Roma no se construyó en un día.