domingo, 3 de junio de 2012

De ruta por el Gran Vigo

El programa decía que tenía que hacer entre tres horas y tres horas y media, incluyendo un par de subidas largas y un par de series acoplado. Como estoy más preocupado por subir que por ir rápido, decidí darme una vuelta por los alrededores. Salir por un extremo de Vigo y regresar por el opuesto. Eso sí, sin madrugar. Abandono mi morada a las once de la mañana, como un señor.
A esas horas ya habrá quien esté degustando unas ostras en el casco viejo, a pesar de que era bastante temprano. Personalmente, preferiría un chocolate con churros en el Bonilla. No obstante, mi sustento para la salida consistía en una docena de dátiles y un litro de agua. Salgo por Sanjurjo Badía hacia Chapela. Saludo al diario decano de la prensa española y junto al puente de Rande un poco de sol me hace feliz. La bici es un juguete para niños y mayores.

Llego a Redondela. A la entrada del pueblo un cartel reza: para ostras Arcade, para chocos Redondela y para rapazas bonitas, Santiago de Compostela. Sin embargo, no llego a entrar en la zona urbana. Paso junto al Convento de Vilavella, conocido por organizar banquetes y enfilo la primera subida seria del día. Justo al pie de la ascensión, adelanto a un par de cicloturistas sexagenarios. Un gran plan para la jubilación.

El destino de esta carretera no es otro que el de Porriño, territorio ciclista. Cuando no estoy por ahí fuera, trabajo aquí, como miles de vigueses. Aquí compramos nuestro primer hamster, Fígaro, mi primer neopreno (y único por el momento) y mi primer rodillo (y no pienso comprar otro). En todo caso, si tuviese que recomendar un lugar en el que comer, enviaría al interesado a La Cueva, en los soportales junto al ayuntamiento. Es cierto que hay sitios más caros y mejores, pero a mí me gusta ese.
Pero no era el momento de unos chocos en su tinta con su arrocito blanco. Encaraba la principal subida del día, el alto de San Cosme. Como no soy un gran escalador, ni un medio escalador, me tocó sudar de lo lindo, entre otras cosas porque a mitad de camino comenzó a dar el sol. Fantástico. No continué hasta el mirador de Herbille porque quería ir hasta Gondomar.

La bajada a Gondomar, acoplado, por buena carretera, fue una gozada. Atravesé Vincios más preocupado del movimiento en las aceras que de otra cosa. Y llegué a Gondomar, en donde había mucha animación por la calle. A la una de la tarde, los paisanos disfrutaban de sus vinitos en agradable conversación. Los dejé atrás buscando la carretera de Baiona. En Nigrán, giré hacia el interior y me dispuse a dar cuenta del repecho y la última subida que me quedaban.

Después ya solo fue dejarme caer hacia Vigo de nuevo. Evité Canido. En un extremo de la playa hay un bar con una pequeña terraza que a esas horas siempre está atestada. El olor a berberechos, paella y otras delicias sería irresistible. Así, enlacé en frente de la playa del Bao hacia Samil y de ahí, a comer a casa.
Como éste debería llegar a Buelna, pero habrá que conformarse con algo menos.