miércoles, 8 de diciembre de 2010

Aguacero

Fuimos a pasar el día a Santiago. Un paseo por el casco antiguo, algunas pequeñas compras, visitar el interior de la catedral, un pollo a la parrilla... Al llegar a Vigo, algunos recados más y a casa. Tarde, pasadas las nueve de la noche. Sentado en una silla en la cocina, hojeando un catálogo, empecé a encontrarme cansado. La pereza me invadió y decidí darme una ducha. Así que me puse la chaqueta impermeable, ¡ja!, las mallas y las zapatillas y salí a correr bajo el diluvio. ¡Qué maravilla el agua corriente! Te renueva por dentro y por fuera. Casi siete kilómetros y treinta y cinco minutos después entraba en casa con más energía que cuando salí.

5 comentarios:

CiegoSabino dijo...

Enhorabuena.

Hay ocasiones en que hcer una de esas "locuras" te deja como nuevo.

davidiego dijo...

mira que ir a Santiago, las cuatro veces que he estado allí se ha cumplido lo de chove en Santiago, pero claro, una buena ducha y te deja perfecto...

Furacán dijo...

:-D sólo falta que fuera caliente!

Mildolores dijo...

¿Y no oiste eso de?:
¡Pero de donde vienes así! Mira como lo estas poniendo todo! ¡Anda desnudate ahi mismo y pasa para la ducha, que lo vas a embarrar todo!
¡Hay que estar loco para salir un dia así!

¿No? La verdad es que yo tampoco.

Xocas dijo...

CiegoSabino, como nuevo quedé.

Davidiego, eso es porque has ido poco, doy fe que el sol también sale en Santiago y es fantástico.

Furacán, fría aviva los sentidos.

Mildo, esa batalla la tengo ganada (la de bloguear la tengo perdida).