lunes, 26 de septiembre de 2011

V Triatló da Amizade

Sin pies ni cabeza
Era la última prueba del calendario. Un triatlón que celebra la amistad de dos pueblos, un triatlón en el que se atraviesa una frontera que es un río, en el que se pedalea por los restos de una fortaleza innecesaria a los pies de una orilla y se corre alrededor de otra igualmente inútil en la orilla opuesta. Triatlón de modalidad cross, que este año era, además, campeonato gallego de la especialidad.
Concentrado minutos antes de la salida

El Xocas miraba al río en un día padre para disfrutar del triatlón. Volvía al lugar de su primer encuentro con el triatlón... y de su primer desencuentro. El nado se haría a favor de la corriente, curiosamente, en sentido contrario a la desembocadura del río por el efecto de la marea que, a la altura de Goián, era claramente perceptible. Casi sin darse cuenta, estaba en medio del lío. Sin manotazos ni chingones que interrumpiese el que entendía era un buen hacer. Así, llegó a la orilla un tanto mareado y no miró el reloj hasta que estaba de camino a boxes: ¡poco más de doce minutos! Ándale que no fue corta la natación y ¡cómo empujó el río!
Ya sobre su bicicleta roja despachaba el primer tramo de asfalto y adoquín camino de la fortaleza, rogando al cielo que el circuito fuese todo lo fácil que recordaba. En el primer repecho duro, un par de triatletas que le precedían echaron pie al suelo. Esto sucedía cuando el Xocas cambiaba de plato y coronas. Forzó más de la cuenta y finalmente también subió lo que quedaba de cuesta corriendo. Un llaneo, una bajadita, otro repecho y el plato pequeño que no entra. Otra vez el pie al suelo y arriba, y arriba y a por las bajadas. Tras un corto tramo de asfalto, un cambio de sentido cuesta abajo en el que se pasaba del mencionado asfalto a una zona de piedras sueltas. El Xocas vio volar al triatleta que segundos altes le adelantaba justo antes del punto de giro. ¡Ay madre! Apretó los frenos hasta casi quedarse parado y con la mayor prudencia pasó al lado del colega que ya se reincorporaba. Al poco le volvería a pasar, antes de la última subida digna de mención. Aquella en la que hacía dos años perdió la oportunidad de completar su primer triatlón. En esta ocasión, le valió para comprobar que, en aquella primera subida, estropeó el cambio delantero y se había quedado sin plato pequeño.
La segunda vuelta fue parecida a la primera: lo que se tendría que hacer con el plato pequeño, se hizo con el mediano y todas las coronas disponibles. Así, mientras que subiendo mantenía la posición más o menos, en las bajadas sus colegas le adelantaban sin piedad. Estaba claro que o le faltaba valor, temeridad o ambas cosas a la vez. La competencia se le hacía dura y a su pesar, llaneando hacia el punto de giro se encontró con que tampoco podía utilizar el plato grande, pues se le salía la cadena, cosa que comprobó hasta tres veces (aunque esto no le hizo parar). Pero todo se acaba y cruzar el puente sobre el río Miño recompensaba estas pequeñeces y los calambres en el gemelo. Una prueba de que se estaba esforzando como la ocasión lo merecía.
Pero la carrera a pie venía con regalo. Dura y variada, un buen cross. Un tramo corto de arena, unas escaleras, unas curvas fortaleza arriba y abajo y una cuesta abajo bien pendiente para quemar los muslos. El Xocas empezó a paso lento, machacado por un inoportuno flato y otro dolorcillo del que no quiso dar parte. La primera vuelta siempre le cuesta, le cuesta la cuesta y le cuesta que lleguen las buenas sensaciones. Más al fin y al cabo las sensaciones acaban llegando y, si no llegan, acaba la carrera. Nuestro protagonista acabó feliz y lleno de moral tras adelantar al menos a cinco triatletas en la última vuelta y solo le sorprendió un tiempo superior a 30 minutos para los cuatro kilómetros y medio que anunciaba la organización. ¡Bah! - pensó - será como en la bici, que anunciaron 17,4 y casi fueron 20.
Un bonito sombrero, en lugar de la manida camiseta, con el eslogan: "No se me va de la cabeza" (premonitorio, sin duda)

Epílogo
La verdad es que el Xocas estaba mosqueado: 30 minutos para tan poca distancia. Algo no encajaba, no tenía la sensación de haber rodado tan despacio, pero, entonces, había dado una vuelta de más. Consultó de nuevo los reglamentos y surgieron más dudas. En el reglamento del campeonato gallego, se anunciaba que el circuito a pie era a cuatro vueltas. En el reglamento general, que era a dos. (Esto que el autor escribe, se puede comprobar aquí.)
Por si fuera poco, había salido del agua justo en mitad del pelotón y perdido posiciones en bici, pero, desde luego, no le habían adelantado veinte triatletas a pie. Al final, rodando de camino a casa el lunes por la tarde, cayó en la cuenta de que no tenía que comprobar más que un par de dorsales para salir de dudas. Efectivamente, hizo una vuelta de más. Es cierto que fue culpa suya, era su obligación conocer los recorridos y el reglamento, pero quizás hubo una cierta desorganización por parte de aquellos que pusieron las reglas. En todo caso, qué más da tras la satisfacción de haber podido con todas las dificultades en un día en el que, para mayor satisfacción, se vio arropado por su familia.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Entrenos con la BTT

El domingo compito en el Triatlón da Amizade. Es el triatlón cross en el que intenté debutar en 2009 y que se saldó con mi único abandono en una prueba deportiva. Una avería mecánica me impidió continuar la que estaba siendo una experiencia satisfactoria y este fin de semana toca saldar cuentas.
Por tanto, los últimos entrenos en bici los estoy haciendo con la BTT. Primero, para recordar como se manejaba, por el camino del Lagares. Es un camino más para caminantes y corredores que para ciclistas, pero, según la hora, también vale para rodar a buen ritmo. Además, entre Castrelos y la Avenida de Madrid hay una zona en la que se puede subir y bajar una pendiente corta pero maja y rodar sobre raíces.
Con la idea de subir y bajar por sitios con un poco más de chicha, incluso me atreví con algún recorrido fuera de las pistas de Castrelos. Aviso a navegantes: la pendiente del fondo tiene una zona de piedras grandes en la que se puede sentir como todo el valor que se lleva se esfuma más rápido que el sueldo del mes.
Después he vuelto a subir al Vixiador, en donde el año pasado se celebró el duatlón cross de Mámoa de Candeán. La primera vez hice unos cuantos circuitos y el recorrido del duatlón un par de veces, para acabar con las piernas temblando. La segunda me envenené yendo de un sendero a otro con afán exploratorio. Al final, no hay como sentir la tranquilidad de un trote a pie. Creo que la bici de montaña y yo no estamos hechos el uno para el otro. Demasiada emoción para mí.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Disfrutando con los grupos de edad

Aunque no me sienta bien ir a ver una prueba en la que no participo, supongo que se me irá pasando, no podía dejar de acercarme a ver al menos una parte del Campeonato de España de Grupos de Edad. La verdad es que ha sido bonito. El día parecía mejor de lo que realmente era. Entre soleado y nublado, con un aire constante que enfriaba el ambiente y un mar que estaba movidito. Para los que compitieron en el Campeonato Gallego la semana pasado, un pleno.
Juanjo y compañía, volando por Samil

En mi opinión, la playa de Samil lució como sede del campeonato. Es una pena que no se haya publicitado más el evento, porque tuve la impresión de que el público que había y que no suele ver este tipo de pruebas, disfrutó de las carreras. Tengo ganas de comprobar que pasa mañana.
No se supo si la afición se alegró más de ver a su atleta o viceversa

Me encantó jugar a analizar como corrían unos y otros, escrutar las bicis, animar a los amigos y curiosear en la micro-expo. Hoy salvé la cartera porque me fui con un billete de cinco euros, pero mañana toca ver la prueba elite así que...¡algo caerá!
Javichín, que hizo un carrerón pero estuvo muy serio (¡qué concentración!)

Y que caras de agotamiento al acabar la carrera. Al final, un triatlón olímpico disputado a tope es una buena paliza. Por otra parte, un triatlón es un triatlón, y como dice la directora deportiva, es raro no ver a algún triatleta enseñando sus cosillas. Y para muestra un botón: cambiándose en el medio y medio del recinto cerrado a los triatletas y "tapándose" con una toalla de bidé.
Si no me creéis, ampliad la foto

viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Se pueden correr 8.600m empezando a las 22:45, incluyendo algo de técnica de carrera, algo de movilidad articular, después de cenar (ligero), corregir unos ejercicios de inglés de la niña y dejarlas en cama?

¿Se puede hacer 40 minutos de rodillo empezando a las 22:50, más 150 abdominales (bueno, como ayer), después de cenar (no tan ligero), habiendo llegado a casa echo polvo después de un día de perros?

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Echándole una manita a Kilian

Pues el otro día iba trotando por el monte y cerca de un claro oí una discusión. ¡Qué raro!, pensé. Suponía que era un lugar solitario y me acerqué. Y ahí estaba este chico, Kilian creo que se llama. Que ha ganado alguna que otra carrera y se le veía acalorado discutiendo con unos tipos que iban cámara en hombro, con micrófonos y demás parafernalia. Deduje que estarían grabando algún vídeo o algo así, y como el Kilian iba vestidito de blanco como si fuera a hacer la primera comunión, supuse que se había mosqueado. La verdad es que un poco notas sí que iba.
El caso es que al verme se alegró un montón. Que si seguía mi blog, que qué suerte que siempre iba a las pruebas acompañado, que si conocía al Furacán... la verdad es que es un chaval muy agradable. A lo que iba. El problema es que los del vídeo querían que se pusiera a correr por sitios imposibles y él no quería, claro. Una cosa es darse un garbeo de ciento y revienta kilómetros por el Montblanc y otra cosa muy distinta jugarse el tipo por cualquier camino de cabras.
Así que, por aquello de ayudar al prójimo, le propuse que él subiese las cuestas y yo las bajaba. Con lo que pudiese le grababan de frente y yo me encargaba de las tomas desde atrás. Lo peor fue correr con los calzones blancos, pero bueno, por un colega si hay que hacerlo, se hace. El resultado es el del vídeo. Ya os adelanto que en el minuto 2, segundo 8, el Kilian se pegó una castaña del demonio. Solo a él se le ocurre ponerse a hacer cosas raras en el aire. En el minuto 2:33 se me ve de cara, al menos tuvieron el detalle de sacarme aunque fuese de refilón. Ojito a la toma del minuto 3:27.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

XXIII Triatlón do Miño

Días de pérdida no son de ganancia
La verdad es que si no fuera porque ya estaba inscrito, no hubiese ido. El sábado aún tenía unas décimas y era consciente de que aún no estando enfermo, no estaba recuperado. Así que las cosas salieron como estaba previsto y no hay mucho que contar. Además, se trata de un sprint, todo pasa muy rápido.
Para empezar salimos con retraso, Juanjo ponía cara de frío, yo lo tenía y Carlos se reía de los peces de colores, mientras Pastrana presumía de 10 años con el mismo neopreno (y 10mm de grosor que debía de tener, ya hay que estar fuerte para nadar con eso). Es decir, nos dio tiempo a charlar y quitar alguna fotillo mientras esperábamos a que regresase la ambulancia. Y es que de ahí vino el retraso, hubo intervención en la prueba popular.
Pero bueno, una vez en el agua nos estiramos a lo largo de la línea de salida y la natación fue bastante limpia. Antes de llegar al punto de giro ya se me estaba haciendo larga y realicé todo el retorno en solitario. Sin mirar el reloj ya sabía que no me estaba luciendo en absoluto. En fin, del agua a la bici y de la bici al muro de adoquín. Fallo con unas de las zapatillas y a punto estoy de irme al suelo. Menos mal que alguna destreza todavía conservo.
La bicicleta a tres vueltas en un circuito que me gusta y destaca por una larga bajada tendida que después se sube. Otra zona de bajada muy rápida y un repecho simpático. Las dos primeras las hago a una buena velocidad media, pero la última me dejo llevar por mis compañeros de viaje que decidieron reservarse un poco para el segmento a pie.
Ya en la carrera a pie me siento sin fuerzas y completando la primera vuelta compruebo que será difícil mejorar el tiempo del año pasado en este segmento. En la segunda vuelta voy a menos y remato bastante chafado. De alguna manera, conservaba la esperanza de hacerlo mejor. Al final, el mismo tiempo que el año pasado (medio minuto más) y cuatro posiciones mejor. Es decir, igualico, igualico quel difunto de su agüelico.
Al menos, no me he lastimado como sí le pasó a otros, ¿verdad Juanjo? Para el año, habrá que intentar hacerlo mejor, ya que éste no fue posible. Porque, después de todo, este es el más bonito de los triatlones del circuito gallego.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Salvado por los pelos

Hoy al arrancar el coche oí lo que me parecieron los gritos de unas gaviotas. Supuse que habría algunas cerca, en el exterior del garaje. La verdad, no era una novedad. Otra cosa no habrá en Vigo, pero gaviotas... En el primer semáforo, la cosa se repitió, y no me pareció tanto que fuesen gaviotas. Además, me acompañaba en marcha. En el segundo semáforo, ya tenía claro que llevaba un gato a bordo.
Llegué a Porriño y abrí el capó. Allí estaba el mínino, un cachorro. No había manera de sacarlo de allí y, a pesar de sus protestas, no tenía intención de bajarse por su propio pie. Ya en Vigo por la tarde me puse manos a la obra y si no fuese por un vecino, no hubiese sido capaz. Levantamos el coche con el gato, desmontamos la tapa de plástico que protege al motor y lo quitó ganándose un buen arañazo. Después subí el gatito a casa.
Un gatito salvaje que debía de tener una semana. Calculo que llevaba dos días en el coche. Ayer llevaba tal tostada que ni me enteré. Tan pequeño que ni sabe beber leche de un plato y tuve que alimentarle con una jeringuilla. Tan pequeño y tan fiero, porque estuvo una hora en mi regazo y casi lo duermo. Pero salí a entrenar y al volver ya volvía a amenazar con morderme.
Al final se lo ha llevado el vecino que colabora con la protectora de animales y sabía de quien se podría hacer cargo del animalillo. Por mi parte, el entreno ha sembrado tantas dudas como incógnitas ha planteado. No sé si iré a Lugo.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Afinando

El hombre propone y Dios dispone.
Como siempre, durante todo el año estoy perdiendo de peso según los que me rodean (ya escribí sobre esto una vez). Sin embarego, este verano sí había conseguido afinar un poco y me estaba moviendo en los 70kg, un ciento de gramos arriba, un par de cientos de gramos abajo. Esta mañana pesé lo que no hacía veinte años que pesaba.
Os voy a contar como fueron las cosas. Solicité mis últimos tres días de vacaciones del lunes 29 al miércoles 31 de agosto. Así que el viernes me las prometía muy felices. Comí con unos compañeros, más de la cuenta, pero ¡un día es un día! y antes del entreno, a última hora, notaba que mi estómago no acababa de estar bien. Dio igual. Nadé, corrí y, al acabar, me encontré enfermo y sin fuerzas ni para estirar. Me dije a mi mismo que seguramente estaría flojo el sábado, pero a tope para la travesía del domingo.
¡Ja! El sábado pasé de muy cansado a claramente enfermo. El domingo, peor. El lunes parecía que remontaba y el martes, ya sin paracetamol alguno en el cuerpo, me atreví con una carrera de cuarenta minutos a trote cochinero. La hice según lo previsto a duras penas y, unas horas después, mis intestinos decidieron que tocaba zafarrancho de limpieza. ¡Qué miércoles! Y me refiero a todo el miércoles, las veinticuatro horas. Hoy me he arrastrado a la oficina, e incluso he trabajado (aunque ni un minuto más de lo estrictamente necesario). Mañana intentaré nadar un poco. Ya veremos si la historia se repite y tampoco voy a Lugo.