domingo, 31 de julio de 2011

¡Vacaciones!

En diez minutos empizan oficialmente las vacaciones. 15 días en los que, salvo causa de fuerza mayor, no pisaré la oficina. Vida tranquila, rodeado de los que quiero y haciendo básicamente lo que me apetezca. Probablemente no me pase por este sitio durante este tiempo, así que ¡hasta la vuelta!

viernes, 29 de julio de 2011

XI Triatlón de Pontevedra

Polvo somos y en polvo nos convertiremos

Acabé la carrera súper contento. Durante la misma me di cuenta de que las cosas me estaban saliendo bien, con lo que disfruté más que otras veces. Así da gusto. No obstante, a fin de no levitar más que lo imprescindible, es conveniente poner los pies en el suelo y para ello no hay nada mejor que hacer una crónica y alguna que otra comparación.

A saber qué estaba mirando.

Y menos mal que no resbalamos.

Mi intención era hacer un buen calentamiento: comprobar que la bici funcionaba bien, trotar diez minutillos, nadar otro tanto, un poco de movilidad articular, estirar suavemente y ya concentrarse en la carrera. Al final, la cola para recoger el dorsal derivó en que entrásemos tarde a boxes y nos quedásemos sin tiempo. Mi calentamiento consistió en calentar el neopreno con unos 400cc de bebida isotónica, ya en el Lérez, y me consta que el de Juanjo fue más o menos igual.

En el grupo cabecero, Mateo y compañía parece que ni se esfuerzan.

Daba igual. Sin molestias ni dolores de ningún tipo, después de dos días seguidos durmiendo algo más de siete horas, todo un récord, iba dispuesto a darlo todo. La salida me pilla desprevenido. Acciono el cronógrafo, la pantalla se queda en blanco, y me quedo como un bobo mirando para ella. Por fin empiezo a nadar y entre algunos golpes voy haciendo distancia a buen ritmo. Lástima que cuando levanto la vista compruebo que me estoy yendo hacia el centro del río. En cualquier caso, nada grave. De una boya a otra y salgo del agua en el entorno de los 14 minutos habituales este año. ¡Quién me lo iba a decir hace tan solo dos años! 18 minutos en mi primer triatlón. Juanjo ya había salido hace dos. Así como estoy convencido de que pronto bajaré de los 14 minutos en cualquier tri, él bajará de los 12 y esos ya son tiempos respetables.

A Juanjo ni se le ve de lo bien escondido que iba a cola de pelotón.

La transición para el recuerdo. Los boxes eran una larga línea recta que no se acababa: 250, 200, 165, 132... por fin el hueco 67. Recojo mis bártulos y a tratar de enlazar con algún grupo. El recorrido a cuatro vueltas y muy llano. Me encantan estos recorridos de vez en cuando, sentir algo de velocidad y rodar con la cabeza gacha buscando penetrar el aire. Como no, al principio no enlazo con grupo alguno. Los que están delante se escapan y mi primer par de intentos para sumarme a alguna pareja de triatletas son fallidos.

Parece que del primero al último hay mucha diferencia de esfuerzo (pero en realidad esa cara de esfuerzo iba de serie).

Ya en la segunda vuelta, llegando al primer giro de 180º me alcanza un grupo de unos 8 triatletas que a punto están de arrollarme. Iban tan en su mundo que creo que pensaban que el punto de giro estaba más adelante. Tengo que rectificar mi trayectoria y, cual vulgar chupóptero, les hago pagar el susto aprovechándome de su rebufo. El segmento cambia. Aunque no me desenvuelvo bien en grupo, es el tercer triatlón en el que consigo ir a rueda, me divierto enormemente. Podría aprovechar mejor el grupo si me pegase más y no me descolgase cada dos por tres unos metrillos que luego tengo que recuperar. Pero o bien por el efecto del drafting o bien por la motivación que supone seguir a un grupo, mi media sube de forma sensible.

Duelo en el Galaico.

No obstante, también se ve que hay algún que otro novato sobre las dos ruedas que debe imaginar que lleva un trailer a juzgar por como se abre en las curvas. En el puente de los tirantes, en una de éstas tuve que frenar y desviarme y no besé el suelo porque algo de habilidad todavía tengo para controlar la rueda trasera cuando desliza. Poco después, a mitad de la cuarta vuelta, el grupo se rompe y pierdo definitivamente una rueda benefactora. Mientras tanto, Mateo ya había completado una de las tres vueltas del circuito a pie, y Juanjo estaba en la primera de las dos que componían su imaginario circuito (ya enmendaría su error).

¡Ah! Mateo sí que se esforzó. Ya se sabe, es lo que hay.

Comienzo a correr cansado. No podía ser de otra forma (de hecho, al lunes siguiente tenía un dolorcillo de cuádriceps que me recordaba que por fin me había exprimido mínimamente sobre las dos ruedas). Me pasa algún corredor y a alguno voy alcanzando, hasta que llega hasta mí María Belén Lemat. Va un pelín más rápido que yo y me uno a su estela. Fenómeno, me acomodo a su ritmo y aunque parece que en un par de ocasiones voy a pasarla y dejarla atrás, lo cierto es que me alcanza. En un momento dado, Juanjo me pasa con la soltura habitual. Cuando se corre a algo más de cuatro treinta y te adelantan a unos tres cincuenta, te sientes como un piltrafilla. Pero bueno, mientras que a él no se le entendía lo que me decía, a mi todavía me quedaban fuerzas para reirme (que no todo va a ser negativo). Las vueltas se suceden y a unos cientos de metros de la meta acelero y por la forma en que me despego caigo en la cuenta de que he sido conservador. Único punto negativo.

Y por último, a la vista de la primera y última fotos de esta crónica. Me he visto forzado en escribir la carta siguiente, que comparto con el curioso lector:

Estimado Juan José:

En primer lugar me gustaría felicitarle por el magnífico 37º puesto en el pasado Triatlón de Pontevedra. Ese nivel de rendimiento, ese salto de calidad demostrada, se ha visto recompensado, salvo error por mi parte, con la clasificación para disputar el Campeonato Gallego de Triatlón. Mi más sincera enhorabuena. Ya me gustaría poder participar algún día en tan magnífica prueba.

Pero usted sabe que el éxito en esta vida es relativo. Y me permito llamar la atención sobre el aspecto siguiente. Como puede comprobar en la primera de las fotos, el Xocas recibe el ánimo del público femenino. De acuerdo, de la única fémina que sale en la foto, aunque mi directora también aplaudía en la acera opuesta, mientras su directora tomaba la foto. Sin embargo, a usted no le mira ni el apuntador. Que sí, que ya sé que su directora también le tomó una foto.

No es que pretenda hacerme valer, pero en conversaciones posteriores con la animadora, a quien por casualidad conozco, ésta se ha ofrecido a presidir mi club de fans. Me lo estoy pensando. De usted me dijo que si le paga, también le aplaude. Quizás debería valorar esta opción. Unos aplausos en carrera siempre se agradecen.

Sin otro particular, reciba mi más afectuoso saludo,

Xocas
(El que no tenía otra cosa mejor que hacer a estas horas que vacilar.)

En fin, polvo somos y en polvo nos convertiremos. Lo mejor de estos días buenos, es que dentro de unos años, hagamos o no triatlón, recoraremos las buenas sensaciones. Lo que hicimos y disfrutamos y una sonrisa vendrá a nuestra cara, como todavía me sucede cuando recuerdo aquel viaje a Vigo.

Gracias a Pilar, Alejandro Fojo y Patricia Rivera por las fotos.

lunes, 18 de julio de 2011

La dichosa Virgen de la Cueva

Bajo mínimos. La lluvia hace mella pero más aún la falta de sueño (falta grave).

Viernes por la tarde. Me compro unas gafas de sol. Unas muy chulas. La marca informa que los atletas han conseguido más medallas y ganado más campeonatos con este modelo que con cualquier otro producto deportivo. Aquí llega el Xocas para fastidiar la estadística. Mi madre me preguntó si me las habían regalado en el súper.
¿Habéis probado a fotografiar al suelo mientras corréis? Lo que veis son los cuadraditos de la acera (y una pierna).

Sábado por la tarde. El programa dice: entre dos horas y cuarto y dos horas y media de bici con alguna cosilla intermedia. Llovía suavemente cuando salí de casa y a mares cuando llegué a Gondomar. De verdad, ¿cómo es posible que llueva durante todo el trayecto en pleno mes de julio? Al final, tiempo mínimo como consecuencia de haber apretado en el regreso. Llego a casa fundido.
Rápidos, lo que se dice rápidos, no lo somos ni el móvil ni yo.

Domingo por la mañana. Está cubierto, al menos no llueve. Salgo con la bici de montaña porque no han secado las zapatillas de ciclismo. Llevo las gafas porque las quiero estrenar o sí o sí. Me encuentro a un compañero de trabajo y hacemos buena parte del camino de charloteo.
Sin embargo estos estaban quietecitos, y un tanto tristones.

Domingo por la tarde. Carrerita a pie a última hora a orillas del río. Cielo casi despejado, buena temperatura. Me encontraba cansado antes de empezar y fenomenal durante el entreno. La vida es bella.
´
Esta cara dice (de mal humor): no me lo puedo creer, ¿de verdad que está lloviendo?

Lunes por la tarde. ¿Llueve? Sí, llueve. Llueve en pleno mes de julio. Ya lo siento por los que están de vacaciones. En fin. No sé si ir por la tienda mañana a devolver las gafas. A este paso no las uso hasta 2012 y para aquellas se va a acabar el mundo.
(Aunque para ser fiel a la verdad, hoy me he divertido mucho corriendo bajo la lluvia. No sé, tuve buenas sensaciones.)

sábado, 16 de julio de 2011

I Triatlón de Arteixo

El retorno del pupas

¿Y si pasamos y nos piramos?

El sábado tocaba un entreno ligero sobre la bici y 20 minutillos de trote aderezados con cuatro rectas. Eso decía el programa, pero, finalizando la segunda recta, la parte posterior de mi pierna derecha se contracturó súbitamente y tuve que parar de forma inmediata. Estiré y estiré y aún así regrese al punto de encuentro cojeando. Ya en casa, la directora ejerció de fisioterapeuta y fue capaz de deshacer parte del entuerto, pero me imaginaba que no amanecería a tope.
Además, había que subir unas escaleras y darse un paseo por boxes...

Y así fue. La pierna me dolía al andar, el cielo estaba cubierto y la temperatura de camino a Arteixo llegó a bajar hasta los 15ºC. A ratos lloviznaba. Viajábamos hablando de todo y pensando en mi segundo abandono. Sinceramente, no me veía capaz de correr los cinco kilómetros.
¿Por qué no se descontó este tramo de la carrera a pie?

Llegamos al polígono, preparé todo y me fui a la playa. El mini-objetivo del día era nadar en menos de 14 minutos. Salí desde atrás y, sin embargo, la natación fue muy limpia. Sin problemas de orientación pero un poco incómodo por el movimiento del agua. Rodeé la dos boyas y me dirigí a la playa. Cuando me levanté el cronómetro marcaba 14'01''. Por los pelos. Queda para la próxima.
Vamos a ver que sale.

En este triatlón la primera transición es para comentar aparte. Al menos trescientos metros corriendo por la playa, después unos dos pisos de escaleras y, finalmente, un paseíto por un aparcamiento en la que la gravilla limaba cualquier callo, dureza o lo que se pusiese por delante. Atravesé la playa como pude y subí las escaleras corr...como pude también. La pierna me daba la lata. Al menos perdí seis posiciones.
Juanjo sacándole los ojos a André. No tiene piedad.

La bici, a cuatro vueltas. Por un polígono. Un sube y baja con sus repechos y una subida tendida que se hizo un poco duro. En todo caso, no fui capaz de alcanzar un ritmo en el que me sintiese a gusto y tampoco me quedé enganchado a la estela de algún grupillo. Eso sí, pedaleando no tenía molestias y el sol hizo acto de presencia. Esto me anima mucho y el domingo no fue menos. Pero bueno, lo malo de tanta vuelta es que al principio salgo concentrado, durante la segunda siempre caigo en que no batiré ningún record, en la tercera vuelta ya no sé si es la última (menos mal que llevo cuentakilómetros) y en la última pido la hora, aunque el domingo me iba fijando en las empresas para las que trabajamos y en aquellas para las que no. Sin comentarios.
El circuito era bonito, con suaves toboganes.

Transiciono en un plis plas y arranco a correr. ¿Qué como iba? Tocado. Empiezo suave y tocado. En la primera subidita creo que voy a tener que parar, pero ralentizo el ritmo y en la bajada me empiezo a encontrar algo mejor. Poco a poco veo que no voy tan mal. Así que en la segunda vuelta arriesgo a llevar un ritmo algo más alto y acabo haciendo una media por debajo de 4'30''. Ni tan mal. Eso sí, hubo algunos participantes con pocas fuerzas y vergüenza que invadieron el carril contrario y cortaron en las curvas cerradas.
Foto de equipo (parcial), faltan los buenos de verdad. Pendiente para Pontevedra.

En resumen, como siempre y por tanto, un poco fastidiado por no haber podido hacerlo un poco mejor. Tiembla Pontevedra, la próxima semana voy para allá y tengo una espinita que quitarme.

sábado, 9 de julio de 2011

VI Triatlón de Villameca

A pesar de todo, mejor.

El antitapering
La semana anterior a Villameca consistió en eso, en machacar al cuerpo a base de viajes, comidas fuera de casa y horarios un poco raros. Todo esto incluyó una excelente comida en el Mesón de Alberto en Lugo que pagué haciendo de chófer durante 530km. También un incidente con un par de jarras de sangría en el Puerto de Santamaría gracias al cual descubrí que la sangría puede incluir en su composición triple seco, ron y ginebra (sin comentarios). Además de una carrera por Cádiz a pleno sol y más de 30ºC con los pescaítos fritos a punto de saltar al mar desde mi estómago, vía oral. Para más inri, el viernes me acosté a la una agobiado tras acabar un asunto del trabajo y ver muchos más pendientes y dormí de pena, despertando cada dos por tres. O eso me pareció.
Así, el sábado me levante cansado y con hambre y tras desayunar se me revolvió el estómago. La isotónica que bebía durante el viaje me sentaba cada vez peor y me pasé al agua. Creí que la comida me sentaría bien y fue justo al revés. Al final, junto a la Puerta del Perdón en Villafranca del Bierzo estuve tentado a rezar unas plegarias y bien debí hacerlo.

La importancia de saber nadar
Cuando eres niño tus padres te insiten en que debes aprender a nadar "por si te pasa algo en el agua". Una gran verdad de la que uno no capta el significado hasta muchos años después. Quizás antes no hayas tenido hijos, pero quizás sí, y les impulses a aprender repitiendo la misma frase de forma atávica. En cualquier caso, tarde o temprano se asimila el concepto.
Estaba nervioso antes de la salida porque sabía que no estaba bien. Algo no iba. Mi estómago me había dado mucha lata y no me sentía suelto. Pero ya en el agua, los primeros compases de la prueba invitaban a cierto optimismo. Hasta que un vómito me vino a la boca. No mucho, lo expulsé sin dejar de nadar y el odioso sabor me acompañó durante unas brazadas y el miedo de que la cosa fuese a más hasta la primera boya. Ahí, ya solo me preocupé de entrar por donde debía y no meterme en líos.
Por momentos nadé con ritmo y sin hacer el indio por las orillas, tal y como sucediera el año pasado. Completé la primera vuelta y a mediados de la segunda un calambre se apoderó del pie derecho. No podía ser. Esto me pasa cuando me deshidrato. Nado con dificultad, remite, vuelve, remite. Acabo la segunda vuelta y al ponerme en pie se me contracturan por unos momentos ambos isquiotibiales. ¡Qué bien!, después de todo, solo quedan 40km de bici y 10km de carrera...
Al menos, al mirar el reloj veo que he nadado en 28', 10 menos que el año anterior. Tres cosas están claras: el año pasado el circuito tenía metros de más y, probablemente, este año de menos; el neopreno ayuda lo suyo y algo he mejorado. Bien.

Perdiendo más fuelle que un político ante un problema
El primer trago al bidón lo escupí todo lo rápido que pude. ¿Cómo podia estar tan caliente la bebida? No obstante, comenzaba la primera vuelta con fuerza. El Polar marcaba unas pulsaciones por encima de lo permitido y una velocidad mayor que la que creía posible mantener. Una vez que di por perdidas las pulsaciones y me resigné a beber el contenido del bidón, traté de pedalear cómodo. Hacía calor, pero lo llevaba bien, por el momento.
A diferencia del año pasado, me adelantaban y adelantaba. A veces el rival se quedaba pegado a mi rueda delantera, entonces aceleraba y lo volvía a pasar, consciente de que esos cambios de ritmo los pagaría. Acabé la primera vuelta dos minutos más rápido de lo que había ido el año pasado. Mal asunto, seguro.
Y sucedió lo que era previsible, durante la segunda vuelta comencé a flojear, prácticamente me bebí todo el bidón, reservando un trago para la última vuelta como el que está perdido en el desierto y espera que el fondo de la cantimplora le salve de algo y se levantó aire. En un principio molestaba poco, pero llegó un momento en que siempre soplaba de frente, o eso parecía.
La tercera vuelta la aguanté como pude, acalorado, sediento, sin fuerzas y con un dolor en la planta del pie derecho al que no presté mucha atención. Total, ¿qué iba a hacer? ¿quejarme a mi mamá? Mi media bajó por debajo de los 31,8km/h a lo 30,5km/h finales e incluyendo el tiempo de las transiciones, empleé unos cinco minutos más que el año pasado en este segmento. La tónica de este año, la bici no mejora, quiero decir, el que pedalea.

Se hace camino al andar
Circuito mixto a dos vueltas. Primero asfalto, después camino. Tras la transición salgo a buen ritmo de boxes. Conviene dar una buena imagen ante la afición, más que nada para ahorrarle preocupaciones. Y pronto descubro que no tengo fuerzas. Vacío, completamente vacío troto a punto de ebullición a un ritmo lastimoso. Me cabreo y el agua del avituallamiento parece que esté lista para ponerle una bolsita de té. Así no acabo. Veo a algún participante caminar y a algún otro dudar entre abandonar o seguir mi lastimoso ejemplo.
Me dirijo hacia Quintana del Castillo y, visto en perspectiva, no me extrañaría que estuviese a punto de sufrir un golpe de calor. Ya en el pueblo, un paisano con una manguera pregunta "¿agua?". "Sí, por favor" y me riega con agua fría, tan fría que casi me coge el frío. Revivo y comienzo a trotar con un poco más de alegría. ¡Qué Dios le conserve la salud, la familia, los amigos y le toque la lotería este mismo fin de semana! Gracias a sus dos riegos finalicé la carrera y, de otro modo, habría que verlo. En el siguiente avituallamiento ya agarro dos botellines de agua, uno para fuera y otro para dentro y llego al camino con mejor ánimo.
Y allí, justo al comenzar las cuestas, el vasto interno de la pierna izquierda comienza a subirse lenta pero inexorablemente. Me paro, se me sube el isquio de la misma pierna. Comienzo a andar. Para todo hay una primera vez y esta ha sido la primera vez que camino en un triatlón. Un participante me ofrece agua, otro me da sus ánimos. Cojeo despacio cuesta arriba. Paro a estirar, es peor, sigo caminando. Al llegar a un falso llano arranco de nuevo a trotar y sí, parece que va. Sigo débil pero va.
Llego al pantano y mi pequeña afición me anima. La directora me dice que tengo que bajar de 50', vamos a ello. Hago la segunda vuelta a mejor ritmo y, durante los últimos dos kilómetros alcanzo la velocidad que me gustaría haber llevado. Un participante me adelanta a 500m de la meta y estoy tentado a esprintarle en los últimos 100m, pero me puede la vergüenza de no merecerlo y entro 1'' después. Al final, unos segundos por encima de los 50 y, de nuevo y a pesar de todo, mejor que el año pasado.

Epílogo
2h38'42''. Acabo rendido por el cansancio pero muy contento. En un día malo, he sido capaz de mejorar en relación con el año pasado (2h46') y, sobre todo, me he repuesto a los problemas. Quizás no tenga velocidad o un punto competitivo, pero sí cabeza y sangre fría para apretar o dosificar; y ese activo me va a ser muy útil en el futuro (en realidad, ya lo es ahora).
Por otra parte, fue un placer conocer personalmente a un ilustre bloguero como Davidiego, así como a la más famosa de las triviajeras de la blogosfera. También lo fue volver a saludar al Ciego Sabino, del que doy fe que iba atacado de los nervios pero con su buen humor habitual. Así como a Furacán. Me faltó saludar a Inma a quien vi de pasada pero justo antes de la prueba. Será en otra ocasión.
Pero, en definitiva, aquella que marcó la diferencia fue la directora deportiva, con la que volví a compartir un fin de semana extraordinario en compañía de la más pequeña de las aficiones. Ojalá esto dure mucho tiempo (al menos hasta mi participación en Hawaii en GGEE 60 - 65).

miércoles, 6 de julio de 2011

La crisis, la maldita crisis

Me iba a poner con la crónica de Villameca, pero no me resisto a contar antes una pequeña anécdota. Total, ya es sabido que no subí al podio.
Pues bien, hace un par de días me fui de visita a una empresa con un compañero. Llegamos al sitio en cuestión y al acercarnos a la portería, vimos lo siguiente:
No nos lo podíamos creer. Tenía que ser un error y entramos. Y no, no era un error. Todo perfectamente organizado: una portería sin portero, ni guardia de seguridad, ni nada que se le pareciese. Eso sí, las instrucciones eran claras, de auténtico autoservicio y basadas en una relación de confianza por establecer.
Recuerdo que hace unos años, en otra empresa (tendría delito que fuese la misma), había cuatro personas en portería: dos sentadas atendiendo a los visitantes, una para sostener tu DNI y cantarle el número a los que estaban sentados y la cuarta supongo que daría algún relevo de vez en cuando. Por cierto que la que estaba de pie era coja y llevaba una muleta. Ver para creer.
En fin, que estuve tentado a poner que el motivo de la visita era "espionaje industrial" en lugar del clásico "visita comercial". Pero no tendría mucha gracia, total, seguro que ya despidieran al que revisaba el registro.

martes, 5 de julio de 2011

XXVIII Carreira Nocturna de San Xoán

Las cosas salieron según lo previsto

Unos días antes recordé la buena experiencia de hace un par de años y pensé que debía volver a correr la nocturna de San Juan. Después Davidiego me recordó en el último minuto que no podía retrasar la inscripción y así, el día de autos me encontraba dando vueltas a la Plaza del Rey con otros cientos de participantes.
Mi primera carrera popular desde septiembre del año pasado. Me pierdo un poco con la logística y se me ocurre cambiar de agua al canario apenas un minutillo antes de la salida. Y claro, salgo de detrás del arbusto y por megafonía anuncian que para la salida, que ya nos vamos. Veo a una marea de gente desplazarse hacia una línea que no existía y yo que no llego a meterme más que en una posición demasiado retrasada para mi gusto.

Pero ya da igual, se da la salida y es imposible correr. Troto esquivando a unos y a otros, no doy llegado al ritmo que quiero mantener. Mi objetivo es correr entre 4:20 y 4:30 y así no llego ni a 5 pelados. Me agobio un poco, el olor a sudor de la muchedumbre me desagrada y caigo en la cuenta de que lo que me falta es práctica de correr rodeado de tanta gente.

Poco a poco estabilizo mi ritmo. Mi carrera se vuelve divertida. La primera parte consiste en bajar y llanear. Voy cambiando de liebre a medida que lo voy necesitando para mantener la velocidad que quiero. Cada vez voy más cansado pero las cosas salen según lo previsto. Al encarar el tramo final por Beiramar lo veo hecho y aunque me cuesta mantener el ritmo, llego a meta con fuerza, adalantando a un participante a escasos 100m de la meta (vergüenza debería de darme).

Como en 2009, tras cruzar la línea de meta disfruté de las sardinas y una cerveza, pero también de los pimientos de padrón y un par de ricas rosquillas. En 2013, habrá que repetir, a ser posible, en la misma compañía.

(Y así voy, escribo la minicrónica más de una semana después. Mañana, la de Villameca.)