lunes, 9 de enero de 2012

Perdido

Hay días en los que uno no sabe quién es el que realmente está perdido. Recuerdo que cuando estudié historia de la filosofía, me quedé con dos impresiones generales (y otras muchas particulares). La primera fue que cada escuela de pensamiento, cada filósofo, era más completo que el anterior. Probablemente porque unos se apoyaron en los otros y también porque al acercarnos al momento actual, es más fácil asimilar como adecuado el pensamiento expuesto. Una especie de trampa.
La segunda impresión fue que a más de uno se le hizo grande lo que trató de desarrollar y se perdió en pensamientos inútiles o de unas profundidades tales que llegaban a rozar la estupidez. Éste, lo considero un mal de nuestro tiempo. O por lo menos, eso parece por mis propias observaciones. Está el que empieza pensando y acaba desbarrando. El que lee y no comprende o no sabe ser crítico o tener una visión más amplia que la que se le presenta.
Quizás el que esté desbarrando sea yo. Pero este fin de semana, modestamente ciclista, me reafirma en que no hay como disfrutar de las cosas sencillas. La vida se complica sin ayuda.

4 comentarios:

davidiego dijo...

vivan las pequeñas cosas!

Manuel Tintoré Maluquer dijo...

Si la vida se pudiera ir pelando como si se tratara de una cebolla y si le fueran quitando todas las capas inservibles lo que quedaría al final sería sencillamente la sencillez, redundancia, lo único comestible; profunda entrada has escrito, amigo; un abrazo y hasta siempre; qué bueno leerte.

Nacho Cembellín dijo...

Muy bueno.

Si te lo tengo que explicar... dijo...

Yo no te veo nada perdido, me parece que has aprendido lo más importante aunque muy a menudo se nos olvida.