Sábado por la tarde. Ojeo el periódico y veo el anuncio de la carrera de San Juan. Ya se puede inscribir uno:
- Estoy cansado, competí en Cambados, también hoy. Mejor descanso.
- Tú mismo.
Domingo por la mañana (conmigo mismo, mientras pedaleo):
- Qué bonita mañana.
- Tengo las piernas pesadísimas.
- Seguro que participa un montón de gente.
- Y te acabas lesionando.
Lunes por la mañana:
M: ¿vas a competir mañana?
- Claro, me encantó el año pasado. Tú también, ¿verdad?
Más tarde:
D: ¿Corres mañana?
- No creo, no debería.
A mediodía:
- Estoy dudando en apuntarme a la carrera.
- ¿Va mucha gente?
- Seguro, de hecho conozco a varios que irán.
- Pues apúntate.
Y es que no quería, oiga. Pero tampoco hace falta mucho más para convencerme. Así que allí estaba en la plaza del ayuntamiento, la tarde noche del martes, retirando mi dorsal media hora antes de la salida. Y una tras otra empiezo a ver caras conocidas: uno de Ribadavia, otro de Vigo, una americana, otra de Swazilandia, me presentan a un galés y...¡qué me olvido de calentar!
Salí lento, lento, a cola de pelotón. Comienzo trotando, pero, poco a poco, se me va calentando la cabeza y es que no hay mayor motivación que ponerse un dorsal. Cuando aún no llevábamos dos kilómetros de los casi ocho que tenía el recorrido, me adelanta un chico con mallas piratas y camiseta ajustada y me decido: serás mi liebre.
El recorrido es cuesta abajo o llano, excepto un tramo por Bouzas que pica para arriba. Durante toda la carrera, dos metros por detrás del de las mallas y adelantando a otros corredores. Pero, a poco más de un kilómetro para la meta, a mi liebre se le acaba el aliento, así que la paso. Poco más adelante un paisano cuenta: ¡207, 208, 209! 209, ¡qué paciencia! Adelanto a dos, me adelanta uno, jugamos a intercambiarnos el 7 y el 8 y así se acaban mejor los últimos metros.
Al final llegamos a meta y me olvido de parar el cronómetro. Para cuando me acuerdo marca 34 minutos, así que supongo que entre 32 y 34 minutos todo es posible. ¡Qué más da!
Lo mejor, lo que vino después. Me quedé hablando con los corredores con los que coincidí en la carrera de orientación del sábado, con el profe de inglés, con sus amigos, con un tipo que conozco de trabajar con él, con el que tenía delante en la cola para coger las sardinas y... ¡si es que le di más a la lengua que a las piernas!
Lo peor, la tremenda cola para coger las sardinas, que con la cervecita y el pan de bolla, estaban bien buenas.
3 comentarios:
Mira que viví años en Vigo y nunca fui a esta carrera, siempre me coincidía con algún examen. Algún año habrá que ir.
El paisano que cuenta supongo que será el mismo que aparece en todas las carreras de la zona, vaya crack!!
chico fácil... te estás furacanizando... ;)
Furacán, nunca es tarde. En una primera etapa viví 7 años en Vigo, ahora llevo 6. Es el primer año que la corro.
Davidiego, cierto, fácil, fácil. Pero no nos equivoquemos, Furacán sólo hay uno. Os cuento un secretillo. Estuve a punto de titular a este blog "O caracol do Ribeiro", por aquello del contraste. Pero el vacile en casa llegó al paroxismo y me dije "la voy a armar antes de empezar, vamos a algo más sencillito".
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