El antitapering
La semana anterior a Villameca consistió en eso, en machacar al cuerpo a base de viajes, comidas fuera de casa y horarios un poco raros. Todo esto incluyó una excelente comida en el Mesón de Alberto en Lugo que pagué haciendo de chófer durante 530km. También un incidente con un par de jarras de sangría en el Puerto de Santamaría gracias al cual descubrí que la sangría puede incluir en su composición triple seco, ron y ginebra (sin comentarios). Además de una carrera por Cádiz a pleno sol y más de 30ºC con los pescaítos fritos a punto de saltar al mar desde mi estómago, vía oral. Para más inri, el viernes me acosté a la una agobiado tras acabar un asunto del trabajo y ver muchos más pendientes y dormí de pena, despertando cada dos por tres. O eso me pareció.
Así, el sábado me levante cansado y con hambre y tras desayunar se me revolvió el estómago. La isotónica que bebía durante el viaje me sentaba cada vez peor y me pasé al agua. Creí que la comida me sentaría bien y fue justo al revés. Al final, junto a la Puerta del Perdón en Villafranca del Bierzo estuve tentado a rezar unas plegarias y bien debí hacerlo.
La importancia de saber nadar
Cuando eres niño tus padres te insiten en que debes aprender a nadar "por si te pasa algo en el agua". Una gran verdad de la que uno no capta el significado hasta muchos años después. Quizás antes no hayas tenido hijos, pero quizás sí, y les impulses a aprender repitiendo la misma frase de forma atávica. En cualquier caso, tarde o temprano se asimila el concepto.Estaba nervioso antes de la salida porque sabía que no estaba bien. Algo no iba. Mi estómago me había dado mucha lata y no me sentía suelto. Pero ya en el agua, los primeros compases de la prueba invitaban a cierto optimismo. Hasta que un vómito me vino a la boca. No mucho, lo expulsé sin dejar de nadar y el odioso sabor me acompañó durante unas brazadas y el miedo de que la cosa fuese a más hasta la primera boya. Ahí, ya solo me preocupé de entrar por donde debía y no meterme en líos.
Por momentos nadé con ritmo y sin hacer el indio por las orillas, tal y como sucediera el año pasado. Completé la primera vuelta y a mediados de la segunda un calambre se apoderó del pie derecho. No podía ser. Esto me pasa cuando me deshidrato. Nado con dificultad, remite, vuelve, remite. Acabo la segunda vuelta y al ponerme en pie se me contracturan por unos momentos ambos isquiotibiales. ¡Qué bien!, después de todo, solo quedan 40km de bici y 10km de carrera...
Al menos, al mirar el reloj veo que he nadado en 28', 10 menos que el año anterior. Tres cosas están claras: el año pasado el circuito tenía metros de más y, probablemente, este año de menos; el neopreno ayuda lo suyo y algo he mejorado. Bien.
Perdiendo más fuelle que un político ante un problema
El primer trago al bidón lo escupí todo lo rápido que pude. ¿Cómo podia estar tan caliente la bebida? No obstante, comenzaba la primera vuelta con fuerza. El Polar marcaba unas pulsaciones por encima de lo permitido y una velocidad mayor que la que creía posible mantener. Una vez que di por perdidas las pulsaciones y me resigné a beber el contenido del bidón, traté de pedalear cómodo. Hacía calor, pero lo llevaba bien, por el momento.
A diferencia del año pasado, me adelantaban y adelantaba. A veces el rival se quedaba pegado a mi rueda delantera, entonces aceleraba y lo volvía a pasar, consciente de que esos cambios de ritmo los pagaría. Acabé la primera vuelta dos minutos más rápido de lo que había ido el año pasado. Mal asunto, seguro.
Y sucedió lo que era previsible, durante la segunda vuelta comencé a flojear, prácticamente me bebí todo el bidón, reservando un trago para la última vuelta como el que está perdido en el desierto y espera que el fondo de la cantimplora le salve de algo y se levantó aire. En un principio molestaba poco, pero llegó un momento en que siempre soplaba de frente, o eso parecía.
La tercera vuelta la aguanté como pude, acalorado, sediento, sin fuerzas y con un dolor en la planta del pie derecho al que no presté mucha atención. Total, ¿qué iba a hacer? ¿quejarme a mi mamá? Mi media bajó por debajo de los 31,8km/h a lo 30,5km/h finales e incluyendo el tiempo de las transiciones, empleé unos cinco minutos más que el año pasado en este segmento. La tónica de este año, la bici no mejora, quiero decir, el que pedalea.
Se hace camino al andar
Circuito mixto a dos vueltas. Primero asfalto, después camino. Tras la transición salgo a buen ritmo de boxes. Conviene dar una buena imagen ante la afición, más que nada para ahorrarle preocupaciones. Y pronto descubro que no tengo fuerzas. Vacío, completamente vacío troto a punto de ebullición a un ritmo lastimoso. Me cabreo y el agua del avituallamiento parece que esté lista para ponerle una bolsita de té. Así no acabo. Veo a algún participante caminar y a algún otro dudar entre abandonar o seguir mi lastimoso ejemplo.
Me dirijo hacia Quintana del Castillo y, visto en perspectiva, no me extrañaría que estuviese a punto de sufrir un golpe de calor. Ya en el pueblo, un paisano con una manguera pregunta "¿agua?". "Sí, por favor" y me riega con agua fría, tan fría que casi me coge el frío. Revivo y comienzo a trotar con un poco más de alegría. ¡Qué Dios le conserve la salud, la familia, los amigos y le toque la lotería este mismo fin de semana! Gracias a sus dos riegos finalicé la carrera y, de otro modo, habría que verlo. En el siguiente avituallamiento ya agarro dos botellines de agua, uno para fuera y otro para dentro y llego al camino con mejor ánimo.
Y allí, justo al comenzar las cuestas, el vasto interno de la pierna izquierda comienza a subirse lenta pero inexorablemente. Me paro, se me sube el isquio de la misma pierna. Comienzo a andar. Para todo hay una primera vez y esta ha sido la primera vez que camino en un triatlón. Un participante me ofrece agua, otro me da sus ánimos. Cojeo despacio cuesta arriba. Paro a estirar, es peor, sigo caminando. Al llegar a un falso llano arranco de nuevo a trotar y sí, parece que va. Sigo débil pero va.
Llego al pantano y mi pequeña afición me anima. La directora me dice que tengo que bajar de 50', vamos a ello. Hago la segunda vuelta a mejor ritmo y, durante los últimos dos kilómetros alcanzo la velocidad que me gustaría haber llevado. Un participante me adelanta a 500m de la meta y estoy tentado a esprintarle en los últimos 100m, pero me puede la vergüenza de no merecerlo y entro 1'' después. Al final, unos segundos por encima de los 50 y, de nuevo y a pesar de todo, mejor que el año pasado.
Epílogo
2h38'42''. Acabo rendido por el cansancio pero muy contento. En un día malo, he sido capaz de mejorar en relación con el año pasado (2h46') y, sobre todo, me he repuesto a los problemas. Quizás no tenga velocidad o un punto competitivo, pero sí cabeza y sangre fría para apretar o dosificar; y ese activo me va a ser muy útil en el futuro (en realidad, ya lo es ahora).
Por otra parte, fue un placer conocer personalmente a un ilustre bloguero como Davidiego, así como a la más famosa de las triviajeras de la blogosfera. También lo fue volver a saludar al Ciego Sabino, del que doy fe que iba atacado de los nervios pero con su buen humor habitual. Así como a Furacán. Me faltó saludar a Inma a quien vi de pasada pero justo antes de la prueba. Será en otra ocasión.
Pero, en definitiva, aquella que marcó la diferencia fue la directora deportiva, con la que volví a compartir un fin de semana extraordinario en compañía de la más pequeña de las aficiones. Ojalá esto dure mucho tiempo (al menos hasta mi participación en Hawaii en GGEE 60 - 65).
3 comentarios:
ya tenemos a Milpupas... pero de todos modos enhorabuena por mejorar tiempos cada año, los años no pasan por nosotros!
Pues con tanto problema menudo tiempazo te marcaste! Está muy bien.
Al paisano de la manguera había que levantarle un monumento, a mi también me valió la vida :-)
DD, en su día me dijo la directora que si no fuese porque el Sr. Mildolores se había apropiado el mote, éste me correspondería. Pero bueno, usted también tuvo sus problemillas... y no, los años no pasan. Arrasan.
Furacán, hombre, tanto como un tiempazo. Pero no me quejo, fue bien. Al de la manguera le hubiese dado un abrazo allí mismo.
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