Tierra de los hombres

Ya se palpa la emoción de los días previos al Marathon des Sables. Los hay que nos conformaremos con seguir la carrera en la distancia, tratando de imaginar el calor del desierto, los pies deslizándose por la arena, las distancias interminables y la camaradería de un viaje que debiera ser una aventura.

Pensando en el desierto y las aventuras, me acuerdo de Antoine de Saint-Exupéry. Supongo que la mayor parte de la gente sólo lo conoce por ser el autor de "El Principito", o ni siquiera lo conoce. Esto no quita que le tenga un especial aprecio y recomiende vivamente la lectura del libro "Tierra de los hombres".

Sólo cuando estamos unidos a nuestros hermanos por un objetivo común, ajeno a nosotros, respiramos, y la experiencia nos demuestra que amar no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección. No hay camaradas que unidos en la misma cordada, hacia la misma cumbre, no se encuentren en ella. De lo contrario ¿cómo, incluso en el siglo de las comodidades, podríamos experimentar una alegría tal al compartir nuestros últimos víveres en el desierto? ¿De qué valen frente a esto los pronósticos de los sociólogos? A todos los que, entre nosotros, han conocido el profundo gozo de los accidentes en el Sahara, después, cualquier otro placer les ha parecido fútil.

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Sólo seremos felices cuando tengamos conciencia de nuestro papel, incluso del más discreto. Sólo entonces podremos vivir en paz y morir en paz, pues lo que da un sentido a la vida da sentido a la muerte.