El circuito es bastante llano. Según dicen, con terreno seco se puede hacer sin quitar el plato. Sus puentecitos...
sus pasos fáciles...
Viendo las caras de algunos se podría pensar que es divertido y cómodo.
Pero no, como decía en Lydia Grant, aquí se viene a pagar con sudor. Bicicleta al hombro y a sufrir, con el corazón a tope y calado hasta los huesos, patinando en el barro y resbalando por la pendiente.
Y llega un momento en el que el ciclista queda solo contra los elementos, en tierra de nadie, descubriendo la esencia de la competición y preguntándose ¿qué demonios hago yo aquí en lugar de pasear por el centro comercial?
Pero algo tiene que engancha, porque no hace falta estar en la mejor de las formas posibles...
...ni ser un chavalín para competir y hacerlo más que dignamente.
Hay que tener voluntad y domesticar al perezoso que llevamos dentro.
Eso sí, siempre hay diferencias entre los que lo hacen con estilo...
...y los que se pelean con su técnica.
Un aplauso para todos, que una cosa es mirar o escribir y otra cosa bregarse contra la carrera. El ciclista y su bicicleta. Por cierto, ¿os fijáis que inmaculada está Caixanova en este barrizal?

Pero todo lo bueno se acaba y la carrera finaliza, en esta ocasión, bajo una persistente lluvia. Después, una torrencial lluvia.
Toca pasar revista a los elementos. ¿Quién dice que no se puede utilizar otra cosa que no sean frenos de disco para terrenos húmedos y embarrados?
Y dejar todo preparado para la siguiente batalla.
¡Hasta la próxima!