miércoles, 3 de junio de 2009

Tejiendo el sarape


Ésta es la moral que Mermoz y otros nos han enseñado. La grandeza de un oficio estriba, tal vez y ante todo, en unir a los hombres: sólo hay un lujo verdadero: el de las relaciones humanas. Al trabajar sólo por los bienes materiales, construimos nuestra propia prisión. Solitarios, nos encerramos con nuestro rescoldo de cenizas, una calderilla con la que no se puede adquirir nada por lo que valga la pena vivir.
[...]
El dinero no puede comprar una noche de vuelo y sus cien mil estrellas, esa serenidad, esa soberanía de unas horas.
El dinero no puede comprar el nuevo aspecto del mundo después de una etapa difícil, los árboles, las flores, las mujeres, las sonrisas coloreadas por el frescor de la vida el alba nos devuelve, ese conjunto de pequeñas cosas que son nuestra recompensa.
Tierra de los hombres
Antoine de Saint-Exupéry

Así se va tejiendo el sarape de la vida.

Por segunda semana consecutiva he salido a correr por el Retiro. Con sol, con calor y rodeado de muchos otros corredores. He de reconocer que hasta no hace mucho le tenía cierta tirria a Madrid. Supongo que debido a que casi siempre he venido a esta ciudad a trabajar. Sin embargo, cada vez me encuentro más cómodo dentro de ella. Me hago a los lugares y a sus gentes y, poco a poco, voy estableciendo vínculos. Ahora, aunque no regresase más, me acordaría de algunos lugares en los que he pensado y de otros en los que he visto o hecho cosas que me han impreso un buen recuerdo. Pero, sobre todo, me acordaría de algunas personas. Y es que, según pasa el tiempo, ocurren encuentros casuales que, a veces, no muchas, derivan en una conexión directa con el otro.
Con estas personas pasé una semana estupenda. Tarde nos volvemos a ver.
La semana pasada nos visitaba una ingeniera de servicio americana, con motivo de la avería de una máquina. El viernes comí con ella, con su colega español y un compañero de trabajo. Nos pusimos a hablar acerca de carreras, triatlones, aventuras y montañas (creo que no es difícil averiguar quien llevó el ritmo de la conversación). Lo cierto es que buena parte de la charla la sostuvimos ella y yo solos. En un momento dado, me contó que había subido al Kilimanjaro en 2005. ¡Qué agradable sorpresa! Estoy convencido de que si tuviésemos la oportunidad podríamos entablar amistad, teníamos cosas en común.Por eso, me agobia pensar que puedes conocer a personas por unas horas, unos días o unos meses, entrar en sintonía rápidamente y, por las circunstancias, perderla oportunidad de crear una amistad o, al menos, una relación satisfactoria. Las redes sociales, los blogs, el teléfono o incluso el vetusto correo postal ayudan, pero no suplen la conversación cara a cara y las experiencias compartidas.


Como decían en la escuela, el corolario de este teorema es que también te encuentras con personas que no merecía la pena conocer. Lo cual fomenta la sociopatía de algunos, entre los que, en ocasiones, me incluyo.

5 comentarios:

Mildolores dijo...

Pues entre Ramón Doval, tú y yo, vaya grupito que nos vamos a juntar de maníacos.
¿Así por los madriles? Vaya, vaya.

davidiego dijo...

ahora que está de moda la sociopatía, en la que algunos me incluyen, os remito al comentario certero de Nutria en la última entrada de Doval.

el caso es que unos cuantos por aquí frecuentamos lugares y pensamientos comunes.

:)

ya nos veremos.

Furacán dijo...

Aunque suene contradictorio a veces merece la pena conocer a "personas que no merece la pena conocer", más que nada para apreciar la diferencia

Nacho Cembellín dijo...

Pues mira, yo si que soy raro que de sociopata nada y de tonto mucho... el chulo me dice que no puedo ir pensando que toooo er mundo es güeno así de primeras y que debo tener recelo, al menos un poco, de la gente cuando la conozco. Y es que no me digas porqué, pero siempre creo que la gente es de tal o cual forma por alguna gran justificación y así no pueden caerme, casi nunca, mal.

Eso si, si una vez dada mi amistad me fallan... es lo peor que se me puede hacer, que queriendo a alguien me demuestren que no se lo merecen.... en fin.

Mola conocer gente, gente dispar y sobretodo diferente....

Xocas dijo...

Mildolores, apenas maniático, no creas. Por Madrid voy con cierta frecuencia, este año 4 ó 5 veces.

Davidiego, Nutria tiene razón (y su última entrada es genial), pero impacta más hablar de sociopatía ;-)
Eso espero.

Furacán, estoy de acuerdo. En general merece la pena ser abierto.

Nacho, yo también soy bastante tonto en el sentido que dices. Y el hecho de conocer a mucha gente es lo que más me gusta de mi trabajo.